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Esbozo de estética

Neftalli Carmona.

Cuauhtemoc Talavera Moncayo. Quinto Semestre de Filosofía. Universidad Nacionalista México.

ESBOZÓ DE LA ESTÉTICA
 Gaudeamus igitur iuvenes dum sumus
(Disfrutemos pues, mientras aún somos jóvenes)

INTRODUCCIÓN

Describir la belleza como un atributo de los seres materiales y no siempre eternos, hay que recurrir a la gracia de los dioses de otorgarle parte de sus cualidades eternas. Más aún, de poder describir dicho atributo a las cosas materiales. Pero ¿Qué es la belleza? Desde el momento en nos lanzamos a la pregunta el pensamiento no osa más que asentir en la contemplación de su ser, y de la proyección de su ser en las cosas materiales.

No resulta del todo fácil definir la belleza. La belleza como atributo del ser y del ente, la belleza como cualidad más menos de las cosas materiales, la belleza como valor, la belleza como expresión de un diálogo entre eros y afrodita; o descubrirla en los mismos diálogos de sabios griegos. Así, la belleza expresa en el cumplimiento de la ley para alcanzar la virtud, la belleza del acto moral.

Sin duda alguna, definir con exactitud la belleza – y así en su diálogo deflexivo de Hypias- ¿se puede predicar de las cosas más o menos bellas, o más aún habrá o existirá la belleza absoluta que contenga en sí todo lo bello? ¿Podrá ser una cosa más o menos bella que otra? Y si lo es, entonces ¿la primera no es bella? Más aún ¿Cómo diríamos que no es bello lo que es bello? No se pretende en el ensayo responderlas, más bien, orientar mi reflexión a la comprensión más pura y natural de la belleza. Y, en este camino, ir intentado que mi espíritu contemple la participación de la belleza; más, si lo puede ser este mismo escrito.



CONTENIDO

Kalos kai Agathos, Kalos kagathos (en griego antiguo, καλὸς κἀγαθός),De dónde kalokagathia (καλοκαγαθία) es el sustantivo derivado, es una frase usada por clásicos escritores de la Grecia clásica para describir un ideal de conducta personal, sobre todo en un contexto militar. Su uso está atestiguado desde Heródoto para describir a aquel que era hermoso, útil, propicio, noble, íntegro, competente y moralmente bueno; la palabra griega kalós, que significa autentico y verdadero. Y, en el período clásico en los poemas de Homero y Hesíodo, retomando este sentido clásico de la Belleza, este epíteto se le aplica primordialmente a la mujer, y por extensión a Eros, puesto que participa de la gracia de Afrodita. Para Hesíodo, la mujer es un kalón kakón, un mal hermoso .

Existen varios géneros de belleza: el color, la forma, la expresión, y aun la belleza moral. Hesíodo habla exclusivamente de la belleza externa: los rasgos y los colores. Es bello aquello cuya armonía asombra a la vista, y en la belleza femenina Hesíodo hace completa abstracción del atractivo sexual. Afrodita es la encarnación de la belleza. Tanto Afrodita como quienes la rodean, por ejemplo, las Nereidas, han surgido del mar. Esta asociación entre la mujer y el mar, el agua y la belleza, es inseparable. Al decir de ello, en el movimiento de las olas que se asemeja al movimiento de sensual de la mujer.

Hesíodo entrevió la relación entre lo bello y el bien. En él, la primera concepción del bien se refiere a la calidad de útil: tales días son buenos para la siembra, o propicios para el nacimiento de hijos varones; la esperanza y el pudor son buenos para los indigentes; tal instrumento es bueno para hacer tal cosa. Hesíodo adivinó igualmente una de las diferencias más radicales entre la belleza y el bien: lo útil y lo mediato. Toda idea de utilidad presupone un medio (un objeto) y un fin, es decir, dos elementos. La belleza no presupone estos dos elementos: es un acto único, total y global.

Es la primera antinomia entre lo bello y lo bueno. La primera acepción de la palabra “bien” es “útil” entre los griegos. En Homero, no existe nexo alguno entre lo bello y lo bueno (en cuanto útil). Desde luego, algunas cosas útiles son bellas, y hay cosas bellas que son útiles; quizá todo objeto bello sea a la vez útil, pero lo opuesto no es válido: una cosa no es bella por el mero hecho de ser útil. Lo bello es lo que se presenta a la vista; las tierras hermosas no son bellas por el abono o por la siembra, sino por el color de las cosechas. Se dice que la belleza de los clásicos está siempre en conveniencia con el exterior. Estos fragmentos citados no describen una belleza de conveniencia entre el sentido y lo externo; de la sensación de satisfacción entre el sentido y lo externo. Ya Aristóteles entrevió una definición de belleza externa: la adecuada proporción entre las partes de un todo. “Lo bello es aquello que es amado; sin embargo, para el amante lo bello es lo justo.” La apreciación del objeto amado que se convierte en un bien deleitable para el amante.

Sin embargo, ahora conviene describir que esta semejanza entre lo bueno y lo bello se acentúan en la perfección del espíritu de una persona, que se perfecciona por su bondad, porque sabe dar y darse sin miedos a verse defraudado, dando apoyo y entusiasmo a todos los que lo rodean. Muchas veces el concepto de bondad se confunde con el de debilidad, sin embargo, Bondad es exactamente lo contrario, es la fortaleza que tiene quien sabe controlar su carácter, sus pasiones y sus arranques, para convertirlos en mansedumbre. Supone una inclinación a hacer el bien, con una comprensión profunda de las personas y sus necesidades, siempre paciente y con ánimo equilibrado. Este valor desarrolla en cada persona la disposición para agradar y complacer, en su justa medida, a todas las personas en todo momento.

Ah hoc al párrafo anterior, conviene citar que “la tragedia desemboca en la misma concepción y es el resultado del pesimismo de los elegiacos. Para Esquilo, el hombre es débil y se halla sometido a las necesidades. Sófocles introduce un sentimiento nuevo: la grandeza del hombre. La palabra kalón no se presenta al comienzo más que en Esquilo. Posteriormente, el sentido de la palabra “bello” se amplía y se aplica a objetos más numerosos. En Sófocles, el problema trágico de lo bello se asocia al problema moral. Hace su aparición la kalokagathía, cuya encarnación es Antígona. “Nada es más hermoso que morir por cumplir su deber.”

En la filosofía platónica se ve claramente una influencia del pitagorismo, con sus poemas órficos que van a determinar la conceptualización de lo bello en el pensamiento de Platón. En el Fedón, las tesis pitagóricas esenciales se discuten y esclarecen, por ejemplo, la armonía entre los cuatro elementos como esencia del alma y el sistema del mundo. En el Timeo, de importancia para nosotros desde el punto de vista estético, el origen del mundo es ostensiblemente pitagórico debido al formalismo, el aritmetismo y el empleo de la medida. Aristóxenes acusa a Platón, sin rodeos, de haber comprado tres libros pitagóricos de Filolao para escribir su Timeo. En suma, la influencia estética del pitagorismo en el platonismo fue ejercida en forma cuádruple: por el formalismo, el número y la medida, las figuras y la perfección geométrica; por la teoría del alma-armonía que, en Platón, adopta la forma moral de un temperamento y una mesura de las virtudes.

En la filosofía aristotélica, se puede contextualizar en su teoría hilemórfica (matería forma) y la teoría de la causalidad de las cosas materiales (formal, final, eficiente y material), un halo casuístico de interpretar su conceptualización de belleza – adecuada proporción entre las partes de un todo. El cometido final de cada ser material, determina la grandeza de su belleza. Y qué decir de su lógica, es más una lógica de la belleza argumentativa, es ilación racional coherente entre las ideas, los juicios, y las inferencias – bellas, porque guardan adecuada racionalidad con los principios básicos de la razón – de la esencia del razonamiento. Más qué decir, de la ética de la virtud de Aristóteles, tal y como ya se explicó grosso modo, la belleza del acto, radica en la virtud del mismo.

Lo bello moral es, en Aristóteles, una estética del bien. La eudemonía, es la belleza de la vida moral.

Conviene ahora describir:

Critica, viene del verbo griego Crineim, que significa juzgar, límites de los alcances del conocimiento para no sobrepasarlos e ir al fanatismo de lo dogmatismo. Por eso el avance de la ciencia, son los juicios sintéticos a priori, ya que amplían el conocimiento del mundo. En su crítica del juicio, Kant nos habla sobre: juicio estético y juicio teleológico

Juicio estético se divide en: análisis de lo bello y sublime.
Los Juicios de lo bellos son: desinteresados, universales, una finalidad sin fin y necesarios. Resulta desde la ética afirmar valores universales y necesarios (juicio moral), sin embargo cuando se llega la estética parece predominar la sabiduría popular de que “Con el gusto se rompen géneros” (un dicho muy popular en nuestra idiosincracia), esta idea se expresa en una frase latina que dice: De gustibus non disputandum est – sobre el gusto no se puede disputar – ya que cada sujeto posee su propio gusto, hay que notar que Kan no está de acuerdo con esto – basta con releer la necesidad de los juicios universalmente validos: sintéticos-a priori -, intentará dar cuenta – como lo ha sido en sus demás obras – de los juicios estéticos universales y necesarios.

Pudiendo citar un ejemplo: entre una casa particular cualquiera y el templo de Santo Domingo ¿Qué casa es más bella?, ¿Alguno podría decir que la casa cualquiera es más bella? ¿Seguramente la mayoría dirá que Santo Domingo es más bella? Para resolver estas diferencias de opiniones, Kant nos sugiere hacer una distinción importante, imaginemos una flor (rosa), el objeto externo que se presenta al entendimiento de él podemos hacer una descripción sobre su color, tamaño, textura – que en cuenta forma son universales – Pero, para decir si es bella o no, no hacemos eso, más bien nos referimos al sujeto y a su sentimiento de displacer o placer, un juicio hecho así no es ni lógico sino estético. Cuando se dice, “l a flor es bella”, la base lo que lo determina no es objetiva sino subjetiva, por lo cual tales juicios cuando sean puros, son totalmente desinteresados. Puede existir un interés en lo agradable y también en lo bueno.

Un objeto que se encuentra agradable puede impedir el juicio puramente estético, ya que lo agradable produce una satisfacción condicionada patológicamente por estímulos (comprar algo de marca para asumir determinando status). Un interés puede también despertar si el objeto es bueno o no. Ahora bien, para encontrar la belleza en algo no es necesario pensar en su fin.

Un juicio de gusto es meramente contemplativo un juicio que es indiferente a la existencia del objeto. Gusto es la facultad de juzgar un objeto o una representación mediante una satisfacción o un descontento sin interés alguno. El objeto de semejante satisfacción llámese bello.

Los juicios universales de los bello, se pueden inferir a partir del carácter desinteresado, es decir, no tiene ninguna condición privada que individualice el juicio. Dado que su gusto no se base en alguna inclinación hacia el; en este caso la universalidad del juicio no esta delimitado por conceptos, como una ecuación matemática. Su universalidad es puramente subjetiva. Ésta idea de universalidad, puede parecer un oxímoron, una contradicción de términos.

Lo es si se trata de un gusto que me agrada, por ejemplo, unos tacos de al pastor, Kant le llama al gusto por lo agradable, gusto de los sentidos, y al gusto por lo bello lo llama gusto de reflexión. En el ejemplo citado atrás, de la belleza de Santo Domingo, el juicio Es bello Sto Domingo, es juicio que une al predicado bello al concepto del objeto, y que exige reflexión. Investigación de la cuestión de si, en el juicio de gusto, el sentimiento de placer precede al juicio del objeto o éste precede a aquél”

La experiencia estética tiene dos componentes: el placer que sentido ante el objeto y el juicio que emitimos. Primero viene el juicio y luego el placer. El juicio estético es fruto de nuestras habilidades mentales. Cuando se juzga lógicamente, el entendimiento y la imaginación se relacionan para producir conocimiento, por ser producto de un estado mental, el conocimiento es univerzable, cuando se juzga estéticamente, las mismas facultades se relacionen y producen, no conocimiento, sino placer. Por ser producto de este estado mental, y le juicio de belleza que lo acompaña es univerzable.

Volviendo al dicho que en gustos se rompen géneros Kant diría, que es el gusto de los sentidos el que se rompe. El gusto de reflexión, en cambio, precisamente por traer de la acción de facultades mentales que son comunes a todos lo hace universal. Por lo tanto, la belleza no es una propiedad empírica del objeto.

El juicio del gusto estético tiene lugar cuando la representación es referida, no mediante el entendimiento al objeto para el conocimiento, sino mediante la imaginación al sujeto individual y al sentimiento de placer o de dolor generado por dicha representación. Así, el juicio de gusto no es un juicio lógico o de conocimiento, ya que la base de este último es objetiva, mientras que el fundamento del juicio estético sería subjetivo (según Kant, no puede ser más que subjetivo) .

Toda relación de las representaciones es objetiva, pero no cuando se relacionan con el juicio de placer en el cual el sujeto percibe de qué modo es afectado por la representación. El sujeto es consciente de la representación y de la sensación correspondiente que ésta genera, "considerar con la facultad de conocer un edificio regular, conforme a un fin [...] es algo completamente distinto de tener la conciencia de esa representación unida a la sensación de satisfacción". Es más, el sujeto cobra consciencia de la representación por el sentimiento de placer o dolor que la misma genera.

La estética de Kant marca la división de la historia del arte a partir de la categoría de lo sublime; la representación es dejada atrás junto con la categoría de belleza adherente. Mientras lo bello se refiere a la forma del objeto que consiste en su limitación, lo sublime, por el contrario, se halla en un objeto sin forma en cuanto en él es representado lo ilimitado. Lo sublime es una proyección del sujeto, incluso se podría decir, un estado del espíritu que se da cuando la forma sensible sobrepasa la capacidad de aprehensión de la imaginación. La razón funciona como soporte y extensión de aquélla, para ampliarla hasta fusionarse con ella.

La razón es la facultad de lo infinito, de lo suprasensible. "Sublime es lo que [...] demuestra una facultad del espíritu que supera toda medida de los sentidos" Es decir, que el espíritu excede a las representaciones que se pueden juzgar como bellas y quiebra con los límites sensibles, "se exige en el espíritu humano una facultad que sea ella misma suprasensible, pues sólo mediante ella es totalmente comprendido lo infinito del mundo sensible" . Sin embargo, decir que lo sublime se halla en la naturaleza es algo completamente falso.

La sublimidad se encuentra en el espíritu del hombre al no poder aprehender ciertos entes de la realidad sensible, "lo propiamente sublime no puede estar encerrado en forma sensible alguna, sino que se refiere tan sólo a ideas de la razón.

De esta manera, Kant es un “no representacionalista”: el arte no representa nada. El arte se conforma de la espontaneidad y un libre juego de facultades, sin que esto derivase en ningún caso a una función representativa, hasta el punto de que cuánto más intenta significar una obra peor es la obra. No hay una finalidad semántica con la obra, lo que vale es la inmediatez. El arte posee una finalidad sin fin consciente. Conviene señalar el subjetivismo transcendental de Kant, es decir, como el objeto no tiene ninguna función representativa, tampoco se vuelve a él.



CONCLUSIONES

Resulta interesante la reflexión sobre la belleza, más cuando la entendemos como la belleza una manifestación del espíritu humano, que se cristaliza en lo externo y en la moralidad de la vida del hombre. Más mi reflexión me conduce asentir un deleite entre la contemplación y la creación. «La Estética, como disciplina teórica, vive en nuestro tiempo una situación de encrucijada» . En este sentido, y vinculando los problemas y temas de la Estética actual con su situación de relativo prestigio social. En este contexto, sería pertinente aplicar a la Estética aquella caracterización que solicitaba José Luis Molinuevo: «Somos pasajeros del tiempo que sólo pueden aspirar a una estética de transición, transitoria y transitiva, efímera, pero solidaria» . Me parece que este camino del tiempo, podría apuntar hacia una educación para la estética. Si bien, no es el cometido para el presente trabajo, si cabe señalar que este sería un gran reto para la teoría estética y, por supuesto para la Filosofía de la educación:  La educación estética para la ciudadanía no es un adoctrinamiento de participación según determinadas fórmulas políticas democráticas, sino de participación ciudadana incluso para los desencantados con ellas. La educación estética va dirigida a la formación del individuo, que se emancipa intelectual y sentimentalmente como ciudadano.

Para crear es necesario contemplar la belleza del cosmos natural, esto me recuerda las palabras del poeta anónimo:

“Líneas de escritura que reflejan mi deseo de escribirte y el deleite por ser leído y pensado por ti mujer hermosa, mi poesía es el deseo de que me leas y que exista en la esencia de tus pensares... Ahora, no se si sea mi inspiración el deseo de escribir y de escribirte, solo sé que despiertas en mi esa moción porque me leas, me sepas y me pienses... No apagues esa hermosura que brilla en ti, por favor no desistas en dejar de verte hermosa... Sólo sé que eso despierta en mi la locura del deseo de tenerme en tus pensamientos”.

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